Gracias a Juan Antonio Barros, hemos podido leer su relato de intriga titulado Las flores de tres mil años. Este nos narra las aventuras detectivescas de un muchacho de catorce años en la Tebas faraónica.
Hori, hijo de un escriba de la casa del faraón muerto en extrañas circunstancias, movido por su curiosidad y por el amor a la verdad, se convierte en improvisado detective. Esta peligrosa aventura, a un tiempo investigación policíaca y reconstrucción de la historia familiar y en particular de la venerada figura paterna, se nos presenta como un viaje apasionante por la Tebas de los grandes faraones de la dinastía XVIII.
Muerte en el Nilo
Lo siento, no podía evitar hacer esta referencia. Pero es que venía como anillo al dedo.
De modo breve y conciso, Las flores de tres mil años nos adentran en una época y cultura fascinantes, dominadas por el misticismo y los rituales religiosos. El autor crea un ambiente que envuelve fácilmente al lector y lo sumerge de lleno en la historia. La trama de investigación está bien desarrollada, y es fácil de seguir. No sucede lo mismo con los personajes, pues al tratarse de un relato breve, no hay tiempo para ello. Pero tenemos suficientes detalles para hacernos una idea de cada uno de ellos.
A la vez, el autor va introduciendo detalles de la cultura de la ciudad, de modo que nos adentramos de lleno en las costumbres del Antiguo Egipto, así como sus rituales y fiestas religiosas. Si sois apasionados de la historia de esta civilización, como yo, os encantarán estos detalles. Se nota el buen trabajo de investigación en dichos detalles, y enriquecen sumamente la historia.
Las flores de tres mil años es un relato muy entretenido, fácil de leer, adictivo y ambientado en una época histórica cautivadora. Tiene los ingredientes suficientes para atrapar al lector de principio a fin. Si buscáis una lectura amena, esta es una opción muy recomendable.