Este viernes llega a cines la nueva película de Phyllis Nagy, guionista nominada al Oscar por Carol (de Todd Haynes), Todas somos Jane. Protagonizada por Elizabeth Banks y Sigourney Weaver, la película quiere hacernos reflexionar sobre temas tan importantes como el aborto o el derecho de las mujeres a decidir en su vida.
Llama a Jane
Chicago, 1968. Joy (Elizabeth Banks), una ama de casa, lleva una vida normal con su esposo y su hija, mientras la ciudad y la nación están al borde de una violenta agitación política. Pero cuando se queda embarazada sin desearlo, y con un riesgo mortal para su salud, nadie está dispuesta a ayudarle en una época en la que legalmente no puede abortar. Su viaje para encontrar una solución a su situación le lleva hasta una organización clandestina de mujeres, liderada por Virginia (Sigourney Weaver), que le brindará una alternativa más segura y le cambiará la vida. A partir de ahí, Joy trabajará mano a mano con el grupo para ayudar a otras mujeres en su misma situación.
Una película más importante por su contenido que por sus formas
Hablar de Todas somos Jane implica hablar de dos aspectos distintos pero combinados: Todas somos Jane como película y Todas somos Jane como clase de historia.
Como clase de historia, Todas somos Jane es una gran historia. ¿Por qué? Porque es un acontecimiento fascinante (como el trabajo colectivo de un gran grupo de mujeres muy distintas entre ellas se unió por una causa común: conseguir llevar a cabo abortos de la manera más segura posible y de manera altruista) y de gran calidez sobre la lucha por la justicia (el propio ejemplo del personaje de Banks; cómo algo que hiciste por un bien propio acabo siendo algo que haces por un bien común).
Pero es que no solo es un acontecimiento explicado que nos sirve para entender de dónde venimos, sino que es un suceso histórico que nos habla también del momento en el que vivimos. Un momento en el que, tanto política como culturalmente, hay sitios en el mundo que se está volviendo a estas medidas.
Lo que narra es tan interesante e importante que justamente por eso es difícil culpar a la película de Banks (una película con tan buenas intenciones) de que no haya pulido más su apartado cinematográfico.
Porque como película, Todas somos Jane se queda a medio camino…
Por un lado, todo el apartado emocional y de tensión es inexistente. Su narración está tan simplificada y quiere explicarlo todo de manera tan directa y clara, que no hay manera de conectar con los personajes, ni con el grupo, ni con los implicados….
Pongamos un ejemplo: En muchos momentos de la película tú sabes que hay mucho en juego (que gran parte de los implicados acaben en la cárcel, sin ir más lejos), pero en ningún momento la película consigue transmitir ese miedo al espectador. Lo deduces porque se te explica en pantalla, pero no llegas a sentirlo.
No es por contar con unas malas actrices (no soy fan de Banks y en esta película sí que creo que está muy convincente, al igual que Weaver o Wunmi Mosaku), sino que siento que se debe más a una mala puesta en escena, dirección y toma de decisiones argumentales, que no al apartado actoral.
Por otro lado, creo que no está demasiado bien explicado el apartado más «familiar» y «personal» de la protagonista (en comparación con lo bien explicado que está el apartado del movimiento feminista).
Es decir, cuando se narra la evolución de Banks con «el colectivo Jane», la historia sí que está bastante completa y tiene un muy buen hilo conductor que hace que sigas la evolución de Banks con Weaver y compañía.
Pero cuando se narra la evolución del personaje de Banks en el ámbito más personal y familiar surgen muchas dudas: ¿Por qué tiene esta relación con la hija (Alison Jaye) ahora? ¿Por qué de repente cambia su relación en este momento? ¿Por qué se lleva así con el marido (Chris Messina)? ¿Cómo afecta realmente todo esto a la pareja? ¿Cómo puede acabar la película así sin explicarnos “X” desarrollo de personajes? ¿Qué importancia tiene (si es que la tiene) la vecina (Kate Mara) en todo esto?
Conclusión
En definitiva, Todas somos Jane es una correcta narración sobre el movimiento feminista de Chicago en 1968 sobre un grupo de mujeres que luchaban contra la prohibición del aborto, aunque como película puede que se quede un poco corta. En su conjunto, y en líneas generales, es una narración de 2 horas que funciona.