Ayer se estrenó en cines la nueva película de animación de Disney, disponible también en su plataforma con acceso premium. Y tras verla, os traemos la crítica de Raya y el último dragón. Una aventura para disfrutar en familia, y con un mensaje potente y actual.
Con una animación espectacular y cada vez más realista, Raya y el último dragón nos introduce en un reino fantástico con seres encantadores y con carisma suficiente para conquistar al espectador. La ambientación basada en el cine de artes marciales de época y la épica de los wuxia nos transporta a Oriente y a la cultura y mitología asiática, llena de vibrantes colores que embellecen cada fotograma visto en pantalla. Todo ello junto a la notoria banda sonora firmada por James Newton Howard nos sumerge de lleno desde el primer minuto en la historia que nos quieren contar. Y tal vez sorprenda por la sencillez de su trama, pero es que no necesita más. Raya y el último dragón es una aventura muy entretenida que esconde su verdadera esencia. Acompañamos a la protagonista en su camino de redención y aprendizaje, enfrentándose a un enemigo tan poderoso que nos acompaña durante todo el film.
Y el verdadero villano tiene relación con el poderoso mensaje que hay tras esta encantadora búsqueda del tesoro. La moraleja es tan simple como dolorosa. Y aunque la sepamos, cuando nos la cuentan mediante una fábula tan efectiva como esta, no puedes evitar que te erice la piel y te remueva por dentro. Como toda película de Disney, es un mensaje cargado de optimismo, pero que llegará con más fuerza que nunca después de un año marcado por las grietas de un mundo roto como Kumandra.
Disney todavía tiene para rato
Tras las múltiples críticas hacia la compañía por centrarse en los remakes y live-action de sus clásicos más rentables, con este nuevo trabajo demuestra que todavía no ha gastado todos sus carretes. Manteniendo su tono más clásico, consigue innovar y ofrecernos otro maravilloso mundo fantástico junto a un variopinto grupo de personajes con suficiente encanto para conquistar al espectador. Además, como ya hizo con Elsa o Vaiana, Raya vuelve a romper moldes, cambiando la corona y los vestidos por espada y pantalón para enfrentarse a su destino como guardiana de la gema del dragón.
La historia es tan fluida que no hay tiempo para tramas románticas forzadas ni tampoco para números musicales (oohhh). Pero apenas somos conscientes de ello, pues todo funciona de modo tan fácil que no da tiempo a echarlo de menos. No hay un gran villano, pero tampoco lo necesita. Hay una trama más espiritual que física en todo este precioso cuento, y por ello prescinde de complicaciones en su trama. Es sincera con el espectador, y como resultado, este no puede hacer otra cosa que rendirse a los encantos de Kumandra.
Terminamos la crítica de Raya y el último dragón recomendándoos su visionado. Y mejora con creces si es visto en pantalla grande, pues se disfruta muchísimo más de su espectacular diseño y su belleza visual.