Netflix ha probado recientemente su suerte en películas de espías y superhéroes diseñadas para niños. Por ello, es apropiado que su próxima aventura siga otro género muy usado: la aventura familiar. Siguiendo la tradición del clásico de 1985, Los Goonies, Ohana: El tesoro de Hawái sigue a un grupo de niños que se enfrentan a una serie de peligros mientras buscan un tesoro pirata secreto. Pero la directora Jude Weng le da un giro actualizado a la idea al agregar aspectos específicos sobre la cultura hawaiana que define a los personajes.
Pili (Kea Peahu) está ilusionada por el verano que le espera. Pero su plan de ir a un campamento junto a su amiga se ven truncados. De hecho, acaba en el otro lado del mundo, O’ahu. Leilani (Kelly Hu), la madre de Pili, siempre preocupada, ha traído a Pili y a su gruñón hermano adolescente Ioane (Alex Aiono) de regreso a la casa de su infancia. El abuelo de los niños (Branscombe Richmond) ha tenido un infarto y necesita ayuda. Pero ni él quiere ayuda, ni Pili y Ioane quieren estar allí. No hay wifi y les llega poca señal, casi inexistente, al móvil. Extrañan Brooklyn y no se sienten conectados con Hawái, ni entre ellos. Pero la cosa cambia cuando Pili encuentra un viejo cuaderno con pistas sobre un tesoro perteneciente a unos piratas.
El equipo principal es establecido rápido así como sus conflictos personales. Ohana: El tesoro de Hawái arroja a sus protagonistas alegremente a una montaña llena de túneles sinuosos, cuevas colapsadas, criaturas venenosas y un desconcertante rastro de esqueletos de marineros. La película usa un recurso ya visto con anterioridad en películas como Ant-Man para contarnos la historia de los piratas. Chris Parnell y Marc Evan Jackson juegan con sus habilidades cómicas, lo que hace que estos flashbacks sean realmente divertidos.
La película, con guion de Christina Strain, comienza con una buena nota y continúa ese sentimiento a lo largo de la mayor parte de su historia. La trama se centra en una niña adolescente y su familia que buscan un tesoro enterrado mientras se reconectan entre sí y con su herencia hawaiana.
En un molde familiar, Strain y Weng empacan felizmente elementos de la cultura hawaiana, incluido el idioma, el orgullo comunitario, la gastronomía y sus leyendas. Estos detalles son más que un vestuario superficial. Son una invitación a los hermanos para que se reconecten con su herencia y sus maravillas. Y, a través de su viaje, se nos invita a compartir ambos. Todo esto conduce a un acto final que es un poco largo e idílico, como toda película del estilo de Nickeolodeon o Disney Channel. Aún así, el elenco y el mundo encantador de Ohana: El tesoro de Hawái lo convierten en un entretenimiento familiar que entretiene, sin ser nada del otro mundo.
