Hace unas semanas se estrenó en Netflix una de las últimas películas estrenadas en cine antes del confinamiento. Y All Screens recomendó su visionado, de modo que nos dispusimos a tomar nota, puesto que siempre nos descubren algún título interesante. Vista hace poco, el resultado ha sido satisfactorio. La canción de los nombres olvidados es un relato cautivador sobre una amistad fraternal entre dos personas totalmente diferentes, cuyos caminos se ven distanciados debido a una serie de circunstancias que propician la desaparición de uno y, por ende, la búsqueda incansable de respuestas del otro.

¿De qué trata? En pleno estallido de la Segunda Guerra Mundial, el pequeño Dovidl llega a Londres como refugiado judío desde su Polonia natal. Con solo 9 años es un prodigio del violín, lo que propicia su acogida en una destacada familia británica. Esta le integra como un hijo más y promociona sus estudios musicales. Dovidl se convierte en el mejor amigo de su nuevo “hermano” Martin. Años después, Dovidl está a punto de ofrecer su primer y esperado concierto. Pero horas antes desaparece sin dejar rastro, provocando la vergüenza y la ruina de la familia, y dejando a Martin sumido en la tristeza y la incertidumbre. Convertido en profesor y experto musical, Martin (Tim Roth), ya adulto, descubre por casualidad a un joven violinista que le muestra una filigrana estilística que sólo Dovidl podría haberle enseñado. Martin comienza entonces una búsqueda que le llevará a recorrer medio mundo y a adentrarse en su propio interior para intentar dar respuesta a las preguntas silenciadas durante tantos años.

A06F1FCE 176D 4C87 ABF0 D41E6D60ED31 - Crítica “La Canción de los nombres olvidados”

Una canción sobre la pérdida y la búsqueda de la identidad

Sin duda, la premisa ya pinta más que interesante. Y resulta ser así. François Girard (The red violin) compone una pieza elegante sobre la amistad, la hermandad, la pérdida, la espiritualidad y la búsqueda de uno mismo. Adapta la novela de Norman Lebrecht, y no sé cuán fiel será a esta, pero me ha dejado tan buen sabor de boca que desde ya figura en mi lista de lecturas pendientes. No es perfecta, pero al igual que en la música tenemos piezas con matices defectuosos y no por ello dejan de ser hermosas, La canción de los nombres olvidados es una delicada y sencilla melodía afinada que no pretende destacar, sino llegar al corazón de aquel espectador que sepa apreciar lo que transmite a través de su historia.

En películas como esta se ve claramente la subjetividad del arte y la música, pues a pesar de no ser bien recibida en su mayor parte por la crítica especializada, se demuestra una vez más que no hay patrón escrito para tocar el corazón de un simple espectador. Hay algo indescriptible que no se puede controlar. Una melodía que puede crear indiferencia en unos y si embargo, despertar un abanico de sentimientos en otros. En mi caso, he disfrutado de este relato cargado de sentimentalismo, sin caer en excesos, donde el reparto está espléndido. Destacaría la interpretación de  Jonah Hauer-King, a quien desconocía y me ha sorprendido gratamente. En general, todo el elenco joven está en estado de gracia. Y siempre es un placer ver a Tim Roth y Clive Owen en papeles con cierta carga emocional. Aunque, en este caso, es el primero el que se lleva la parte pesada.

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Una conexión íntima y directa

En definitiva, La canción de los nombres olvidados es un viaje emocional a través de dos épocas, narrado con elegancia y entremezclando música y cine de manera armoniosa y estéticamente bella. Sin duda, un descubrimiento que me ha cautivado, como una melodía simple pero vibrante, que resuena en tu cabeza y conecta con tu ser más íntimo. Ojalá despierte ese mismo sentimiento en vosotros.

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