Es interesante analizar por qué hechos históricos como el crack del 29 acaban funcionando como excelentes motores de mecanismos de ficción, ya sean escritos o audiovisuales. Quizás porque son la perfecta materialización de la antítesis entre la calma y la tormenta, la ejemplificación histórica de ese hecho inductor que Syd Field defendía como el pistoletazo de salida que todo guión debía tener. Ese paso de la tranquilidad de los felices años 20 a esa repentina desesperación del crack del 29 obliga al personaje a salir de su zona de confort, a iniciar un arco de transformación que cambiará, quiera o no, su forma de entender su realidad (y de entenderse a sí mismo). Porque es la crisis el ambiente ideal para la instrospección y la evolución. Porque sin crisis no hay historias.
Usher es el nuevo Paul Whiteman
Estafadoras de Wall Street (o Hustlers), la nueva película de Lorene Scafaria, no deja de ser una reescritura contemporánea del crack del 29, de esa festividad interrumpida por la crisis del 2008 que nos obligó a cambiar el colorido neón por el impersonal fluorescente. La meaestría del filme se encuentra en lo bien que el fin genera sinónimos y antónimos entre ambos contextos históricos.
Lo que antes era jazz y swing es ahora pop y electrónica. Scafaria convierte a Usher y Rihanna en los encargados de coger el relevo de Paul Whiteman como responsable de musicalizar la decandencia económica de Estados Unidos. Y es que Hustlers podría ser entendida también como un festivo y manierista homenaje al star-system musical de finales de la década del 2000. De hecho, me resulta más que estimulante como el filme busca generar un sentimiento de nostalgia hacia una época que cualquiera de nosotros querría olvidar. ¿O quizás no? Puede que con música todo sea un poco mejor…
¿Has oído hablar del karma?
Es también digno de mención el carácter crítico del filme, tanto con el capitalismo como con el patriarcado (¿que no vienen a ser, al fin y al cabo, lo mismo?). El filme se sustenta a partir de la justicia poética, de utilizar la mercantilización del cuerpo femenino a favor de la propia mujer. La cinta convierte la resignación frente a una sociedad patriarcal en empoderamiento. Al igual que Robin Hood roba a los ricos para darselo a los pobres, Hustlers roba al opresor para darselo a la oprimida.
Por eso resulta tan interesante esa relectura contemporánea de My Fair Lady que Scafaria realiza, siendo ahora el objetivo convertir a una chica cualquiera en una auténica femme fatale. Y es que es intachable la naturaleza feminista y anticapitalista de la obra, casi tanto como lo es su tono irónico y despreocupado. No nos gusta este juego, pero si hay que jugar, ganaremos.
Si la crisis fuera un videoclip…
Quizás la mayor pega de Hustlers es lo irregular que acaba resultando en cuanto a dirección y montaje. Su estética se asemeja más a la hipérbole visual del videoclip que no a la búsqueda autoral del propio cine. Es cierto que se puede encontrar una voluntad casi irónica en esta decisión. Puede que sea esto un intento por caricaturizar la ingenuidad de aquellos que fueron felices ignorando aquello que se les iba a echar encima, los que vivían en un videoclip de David Guetta ignorando que pronto serían protagonistas de una película de Ken Loach. Sea como sea, es innegable que la cinta acaba resultando repetitiva en cuanto a forma, sobre todo a lo que a los montajes musicales se refiere.
Sí es remarcable, por otro lado, la estructura narrativa del filme, basada en el voz testimonial como puerta (entreabierta) de acceso a la propia trama. Se materializa en esta la propia subjetividad del relato, se explicita la voluntad de la narradora (a la vez protagonista y directora) por sobreexplicar (para bien y para mal) la intención del relato. Es tal el miedo de Scafaria por hacerse entender que decide que la mejor forma de hacerlo es verbalizarlo a partir de Constance Wu. Aunque hay que tener en cuenta que el querer subrayar un discurso verbalmente puede ser muestra de un relato visual incapaz de valerse por sí mismo.
Hay buenas ideas escondidas en este recomendable videoclip de la decadencia y el empoderamiento de una sociedad femenina en crisis. Al fin y al cabo, siendo mejor o peor el resultado final, siempre hay que agradecer poder disfrutar de Jennifer López. Y más aún si está en un indiscutible estado de gracia.