Lo nuevo de Olivier Nakache y Eric Toledano destaca por esa pureza y sencillez que tanto la diferencian de la pomposidad y artificialidad que caracterizan al cine de autor contemporáneo (y que tanto le gustan a un servidor). Especiales es un soplo de aire fresco, la simbiosis perfecta entre la realista frialdad del free cinema británico y el cálido idealismo del cuento infantil. Hay algo hipnótico en esta forma de narrar que prioriza la mirada optimista sin caer en la banalización de una problemática social que debe ser reivindicada.
Blasfemando a Syd Field
Quizás por eso los directores hayan decidido escribir el relato desde el punto de vista de los educadores. El objetivo principal no es mostrar las dificultades que un joven con autismo puede tener para conectar con la complejidad del mundo que le rodea (que también), sino señalar lo complicado que puede llegar a ser ayudarles a hacerlo. Nakache y Toledano filman con sorprendente sensibilidad y ternura estas laboriosas conexiones, tanto físicas como emocionales. Todo para explicarnos que, en el fondo, construir vínculos es una odisea para cualquiera. Especiales es una oda a nuestras pequeñas luchas del día, a esas distancias que son tres pasos para algunos y una maratón para otros.
Quizás los contras del conjunto se esconden en su naturaleza más documental. La burocracia y las injusticias que esta comporta es una parte esencial del conjunto, pero al mismo tiempo la más prescindible. Parece introducirse por obligación para que los personajes tengan un obstáculo plausible, como si hubiera cierto miedo a blasfemar las casi sagradas bases del paradigma de Syd Field. ¿Pero realmente necesitaba la obra un conflicto de este tipo?
Mitología contemporánea
Especiales encuentra su máximo potencial en esos momentos en los que se olvida de su condición de ficción. Obviar esas mecánicas normas narrativas le hacen, paradójicamente, ser mejor película. En cualquier otra obra pensaría que estos personajes son planos, que no hay una verdadera evolución en ellos o una background emocional que justifique sus acciones. Pero en esta pienso, ¿y qué? Me da la sensación de que el cine contemporáneo (o la propia contemporaneidad) nos ha acostumbrado a justificar psicológicamente en exceso a los personajes (o al propio individuo). ¿Quizás es el cine demasiado freudiano? ¿Acaso cada acción de un personaje se ve empujada por algún fantasma de su pasado?
Los personajes de Vincent Cassel y Reda Kateb (ambos maravillosos en sus papeles) hacen lo que hacen sin ningún motivo aparente. Es puro altruismo, un concepto que nos parece ya anacrónico. ¿De verdad hay hoy en día gente que hace el bien sin buscar nada a cambio? Se nos hace raro. Nos recuerda a ese cine clásico que te ofrecía la cálida certeza de que todo iba a salir bien. Nos es tan ajena esta figura mesiánica que actúa desinteresadamente que se genera una atmósfera casi fantasiosa, potenciada por su banda sonora y su efectivo humor descafeinado. Hay mucho de ese Realismo poético francés que envuelve de magia el austero costumbrismo. Porque Especiales es, al fin y al cabo, un homenaje a esa figura mitológica que creemos ya muerta.