La semana pasada se estrenó directamente en Disney+ Desencantada, la secuela de la exitosa película de 2007 protagonizada por Amy Adams. Había muchas expectativas con esta continuación, principalmente por el lapso de tiempo que habría entre la primera y la segunda parte. En un principio, el argumento propuesto para esta secuela presentaba una historia más madura, al igual que sus protagonistas, y nos daba la oportunidad de explorar qué ocurría después del felices para siempre, ahondando en los altibajos de la vida real.

Lo poco que sabíamos de la nueva película de Giselle nos convencía bastante. Entonces, ¿por qué no nos ha entusiasmado?

4440068 - Crítica “Desencantada” - Vuelve Giselle con menos magia y mucho reciclaje

Un producto menos mágico 

Las películas hechas directamente para televisión anteriormente no tenían la misma calidad que aquellas que iban directamente a las salas de cine. Eso lo sabemos todo. Las cosas han cambiado mucho, pero, aun así, hay títulos que, pese a contar con un presupuesto elevado, siguen pareciendo películas de menor categoría. Y eso le ocurre a Desencantada. Tiene ideas súper interesantes, pero mal ejecutadas. Adam Shankman no consigue que la magia fluya con la misma gracia que su predecesora, tal vez por decisiones del guion que le restan encanto (valga la redundancia) y que la privan de ser otro éxito rotundo.

Uno de los puntos fuerte de la primera era el contraste entre la fantasía encarnada por Giselle y la cruda realidad personificada por la arrolladora Nueva York. Pero en esta secuela deciden trasladar la acción a un pueblo que ya de por sí tiene aires de cuento de hadas, empezando por la destartalada casa a la que se trasladan. Sí que es cierto que este punto de inflexión da pie a que se desarrollen temas muy interesantes sobre las relaciones materno-filiales (que no llegan a explotar tanto como nos habría gustado), y permiten un desarrollo del personaje de Adams que da un giro de 180º muy interesante. No obstante, carece de cualidades para que este nuevo escenario nos envuelva con el mismo encantamiento poderoso que posee la Gran Manzana. 

Otro de los contras de Desencantada son las canciones. No son igual de pegadizas, eso es todo. No son malas, pero no consiguen que se mantengan en la mente del espectador más allá del momento en el que suenan en pantalla. Además, Alan Menken, quien repite como encargado de la banda sonora, demuestra estar algo oxidado, cosa que me duele admitir, pero en más de una ocasión es fácil detectar que recicla éxitos pasados para componer el soundtrack de esta película.

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¿Más vale tarde que nunca?

Podría seguir destacando puntos negativos de la cinta, como el CGI o los personajes secundarios, que no tienen ni carisma ni ofrecen gags humorísticos memorables. Pero no sería justo para Amy Adams, quien vuelve a ofrecernos una actuación excelente. Ella sin duda vuelve a brillar y a ser el alma de la película, a diferencia de su compañero Patrick Dempsey, que va más perdido que el barco del arroz. Solo por ella merece la pena darle la oportunidad a esta secuela que llega catorce años tarde. No es insalvable, pero sí innecesaria.

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