Pawel Pawlikowski no ha podido salir victorioso en la ya pasada gala de los Oscar y llevarse la estatuilla por mejor director. Sin embargo, nos dejó firmada en 2018 una preciosa obra cinematográfica que no merece caer en el olvido. Si os gustó Roma, no os perdáis la crítica de Cold War (Guerra Fría), un hermoso relato de un romance turbulento en tiempos difíciles.
Belleza de principio a fin
La película se desarrolla en los años cincuenta del siglo XX, durante la Guerra Fría y cuenta la historia de un director de música (Tomasz Kot) quien descubre a una joven cantante (Joanna Kulig) y sigue la historia de amor entre ambos a lo largo de los años.
Cold War nos adentra en su historia con un arranque maravilloso marcado por la música. Alguna de esas melodías nos acompañarán a lo largo de su metraje, y formará parte de un gran número de bellísimas escenas que quedarán grabadas en nuestra memoria. Aunque Roma me encantó, la película de Pawlikowski me ha removido más por dentro, tal vez por la sensibilidad del cineasta a la hora de narrar ese melancólico romance, sin caer en sentimentalismos y sin alargar planos de manera innecesaria. Y la música es un maravilloso hilo conductor que, bien usado (como es el caso), toca la fibra sensible. Sus primeros minutos junto a los finales son puro cine.
Joanna Kulig, deslumbrante
La actriz protagonista, que da vida a Zula, se luce en todo el filme. A lo largo del metraje, vemos su evolución, y Pawlikowski nos regala primeros planos de ella para palpar sus sentimientos. La belleza y el descaro de su personaje dejan huella en pantalla. Sin duda, tanto ella como Tomasz Kot desprenden una química maravillosa. Sus buenas interpretaciones (más destacable Joanna a mí parecer) nos conducen a través de los altibajos de esta pareja, cuyo único objetivo es estar juntos, a pesar de no siempre ser lo mejor. Aun así, lucharán contra guerras, fronteras, celos y temores para al fin estar con el amor de su vida.
Planos listos para enmarcar
Al igual que Roma, el cineasta polaco ha decidido grabar en blanco y negro esta turbulenta historia de amor. Un gran acierto. La unión de este formato y la narración se entremezclan maravillosamente, destrancando el increíble trabajo de iluminación, cuyo resultado es impecable, mostrando en pantalla unas imágenes llenas de profundidad que dejarán sin respiración al espectador, si este consigue apreciarlas. Cada plano es un lienzo listo para enmarcar y disfrutar observándolo con detenimiento.
De modo que, si todavía no habéis visto Cold War, os invito a ver esta joya y a dejaros atrapar por ella. Si conseguís adentraros en su historia y os dejáis llevar en cada nota musical y en cada imagen plasmada en pantalla, el resultado será un disfrute para vuestros ojos.